Pecado mortal

Octubre 1 de 2020

Augusto Galán Sarmiento MD. MPA

Director del centro de Pensamiento Así Vamos en salud

 

Domingo agosto de 1980, misa 10 de la mañana, iglesia de Mogotes, Santander. El párroco arremete desde el púlpito contra el único médico que tiene el pueblo, director del Hospital San Pedro Claver. “Se condenarán al fuego eterno, junto con él, las mujeres que sigan las instrucciones de ese médico”

Se refería al programa de planificación familiar que se establecía en esa época. Podía ser ese o cualquier domingo y esa o cualquier otra hora de misa. El mensaje era insistente; en un país religioso cuya Constitución reconocía entonces una sola fé y manera de ver la vida, era pecado mortal la planificación familiar que lideraba en gran medida Profamilia, una organización privada sin ánimo de lucro que había nacido 15 años antes.

Las mujeres campesinas entendían que no podían perpetuar el círculo nefasto de la pobreza, pero a la mañana del lunes siguiente, con cierta vergüenza, le manifestaban al médico de origen charaleño y comunero sus preocupaciones por los conjuros del párroco, pero también por el temor a sus maridos quienes consideraban que si planificaban escondían una infidelidad. Varias abandonaron el programa; muchas más prosiguieron a pesar de los temores con la esperanza de que no se cumplieran las imprecaciones del primero ni las amenazas de los segundos.

Considerable cantidad de agua ha corrido bajo el puente desde esa sociedad santurrona e hipócrita. Hoy el país es laico y regido por una Constitución que expresamente reconoce los derechos humanos, entre los que se encuentran los de disfrutar una vida sexual sana y responsable, así como una salud reproductiva igual. Estos asuntos se discuten de manera más franca en las familias, los colegios y los medios de comunicación, aunque subsisten grupos que mantienen una visión dogmática, adherida a preceptos y consideraciones de índole cultural o religioso, de suyo respetables, pero que conducen a mantener condiciones de marginalidad en grupos poblacionales del país.

Profamilia, fundada por Fernando Tamayo Ogliastri un ginecólogo visionario, celebra este año el 55° aniversario de su nacimiento y continúa la labor con más bríos, acciones y proyectos, pero también con el mismo propósito de trabajar por el bienestar de la familia en el país.

La planificación familiar ya no es el centro de las discusiones. La tasa de fecundidad general, que era de 6,4 niños por mujer en edad de gestación en 1950 y se encontraba en 3,84 cuando el padre lanzaba desde el púlpito mogotano sus conjuros que se evaporaron en el tiempo, se registra hoy en 1,79. Una contribución inmensa a la disminución de la pobreza en el país y al mejoramiento de las condiciones socioeconómicas con las que vivía el país hace 55 años.

Los debates ahora se enfocan al derecho a decidir, en especial la mujer, sobre el cuerpo y la vida sexual y reproductiva. Apuntan al derecho a la diferencia y a la no discriminación por condiciones de género. Ha habido un avance, que no es igual para todos porque existen poblaciones que mantienen analfabetismo, exclusión y violencia sexuales. La semana pasada se conmemoró el día mundial contra el embarazo en adolescentes y nuevamente se hizo presente esta situación que produce dolor y tristeza.

En Colombia la tasa de fecundidad en niñas entre los 15 y los 19 años descendió de 79.6 en 2005 a 56.4 por mil como dato preliminar de 2019. La costa caribe ha empeorado y otras regiones permanecen igual. El país muestra mejoría de casi 30 por ciento en tres lustros. Sin embargo, son cerca de 120 mil niñas anuales que perpetúan el ciclo de pobreza y disminuyen drásticamente sus posibilidades para un mejor desarrollo y bienestar.  

Las cifras sobre la situación de niñas menores de 14 años con tendencias semejantes son adicionalmente vergonzosas. Cuatro mil setecientos partos en el año 2019; cada caso una violación de acuerdo con nuestra legislación. Con razón nos rasgamos las vestiduras cuando aparecen hechos de pedofilia y comercio de menores, pero no denunciamos ese delito cotidiano de 13 partos diarios de niñas que apenas despuntan su pubertad; uno cada dos horas. ¿Cuánta violencia han sufrido? ¿Qué futuro tendrán? ¿Cuántos partos entre los 15 y 19 años son de niñas que ya van por su segundo o tercer embarazo?

Requerimos más educación para superar atavismos culturales que pueden explicar muchos casos. También más vigilancia y sanción para combatir supremacías machistas que además de anacrónicas son perversas. Nuestros jóvenes necesitan proyectos de vida que los estimule y los concentre en un futuro promisorio. El derecho a una salud sexual y reproductiva atiende estas consideraciones. Profamilia continuará su labor para bien del país; sus miles de funcionarios no estarán condenados al fuego eterno; todo lo contrario.