La foto y la película (2)
Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud
En el año 1992, de acuerdo con la información del ministerio en la época, el sistema de salud realizó una (1) consulta médica por persona al año; el equivalente a 32 millones de consultas de medicina general, especializada y de urgencias.
En la actualidad, una sola EPS que afilia al 10 por ciento de la población, cubre en promedio 385 mil prestaciones diarias. El sistema de salud en su conjunto efectúa cuatro y media (4,5) consultas por persona cada año, cifra cercana a los doscientos cincuenta millones. Esas consultas generan otras atenciones en salud que llevan a alrededor de mil millones los servicios que se proporcionan anualmente. Un incremento muy significativo de la demanda y del acceso en salud.
En relación con las enfermedades catastróficas o de alto costo, antes de 1993 las personas que pagaban los servicios privados con sus recursos, y los cotizantes a la seguridad social, recibían lo que necesitaban y lo que ofrecían los avances científicos incorporados al país para sus condiciones. A su lado, el restante 60 por ciento de la población, que dependía de la asistencia pública de los hospitales, tenía acceso a mínimas atenciones o a ninguna. Eran miles de pacientes con enfermedades graves que simplemente morían sin que el sistema de salud les ofreciera algo. Además, para el 10 por ciento más pobre, el gasto en salud con sus propios recursos le representaba el 10 por ciento de sus ingresos, mientras que para el 10 por ciento más rico no llegaba ni al medio por ciento.
Las fundaciones filantrópicas se esforzaban por suplir la insuficiencia estatal y con el apoyo de médicos que donaban su tiempo y honorarios, junto a algunas clínicas o fundaciones hospitalarias que cobraban solo los costos de los insumos, atendían a niños con cardiopatías congénitas u otras condiciones médicas complejas financiadas por ciudadanos generosos a través de dichas organizaciones. Obviamente no podían servir a todos los enfermos ni a todas las necesidades. Doscientos mil bebés nacían cada año sin ser atendidos por los servicios de salud.
El cambio sucedido a lo largo de los últimos 30 años también ha impactado el acceso a estos servicios. Hoy casi la totalidad de los partos son institucionales, y los niños y adultos con enfermedades complejas se hallan cubiertos por el aseguramiento social en salud y son financiados desde el fondo común de recursos fiscales y parafiscales con dineros girados a las EPS, para ser atendidos en las mismas clínicas y fundaciones hospitalarias, por los mismos profesionales, sin importar su condición social ni su credo ni su raza.
Todos los pacientes renales crónicos terminales (alrededor de 40 mil) reciben hemodiálisis, diálisis o trasplante renal, de acuerdo con sus necesidades, con cargo a nuestro sistema de seguridad social; algo que era impensable en 1992. Nadie tiene que liquidar su patrimonio para ser atendido en salud.
Sí; estos ejemplos nos muestran una película con evidentes progresos que han sucedido en estos 30 años. Aun así, la foto de hoy todavía no nos deja una satisfacción plena. Existen variaciones regionales significativas en el acceso a los servicios. La calidad en la atención no es homogénea y tenemos hospitales y clínicas con los más altos estándares de capacidad y tecnología, al lado de otros -en especial públicos- bastante alejados de esas condiciones. Las tutelas por barreras en consultas, medicamentos o procedimientos -muchos incluidos en el paquete de beneficios- han venido en aumento a lo largo de los años, aunque no es cierto que el sistema funciona por ellas. Las encuestas realizadas a los ciudadanos muestran insatisfacción de las personas por falta de oportunidad en la atención.
Como bien se ha dicho, la cobertura del aseguramiento social no es sinónimo de acceso a las prestaciones de salud. La primera, tutela y financia la protección financiera ante el riesgo de enfermar. El segundo, depende de diversos factores, entre los cuales, quizá el más sobresaliente tiene que ver con la oferta de recursos humanos, de infraestructura física, tecnológica, digital y financiera que se encuentre disponible ante la creciente demanda.
Este es un punto débil; no contamos con la oferta suficiente ni bien distribuida para atender los requerimientos de toda la población afiliada a la seguridad social; las razones son diversas y volveremos sobre ellas en próximos escritos. Nuestro sistema no ha tenido una política nacional de oferta de recursos para la salud que planee adecuadamente la progresiva exigencia del aseguramiento. Tarea pendiente que debemos establecer y ejecutar para que la película avance hacia una mayor satisfacción del derecho a la salud.