Editorial: a vivir sabroso

Marzo 23 de 2023

Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud

 

Esta frase, que no deja de generar sorna y burla por algunos luego que la actual vicepresidente de la República la pronunció hace unos meses, puede tener más fondo del que algunos quieren reconocer.

Los países y los individuos buscamos vivir con bienestar; eso está claro. Unos han avanzado mucho más que otros. Desde el punto de vista de las políticas públicas la búsqueda del bienestar la podemos denominar de diferentes formas. Los sistemas de protección social se proponen que las personas aprendan a enfrentar las crisis, encontrar empleo digno e invertir en la salud y la educación de sus hijos, así como proteger a la población de edad avanzada. Para esto, en muchos casos, los individuos requieren el apoyo del Estado.

De otra parte, los determinantes sociales de la salud se consideran como los factores que impactan la salud de un individuo desde el entorno social, económico y físico (educación, empleo, nutrición, saneamiento ambiental, seguridad ciudadana, instituciones democráticas, recreación, etc), a lo cual se unen las características personales y los comportamientos individuales. Son esos entornos de la vida de las personas los que determinan en gran parte sus posibilidades de tener una buena salud. 

En forma semejante, los objetivos de desarrollo sostenible son propósitos globales que buscan erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad de todos. Dentro de ellos se encuentran aspectos que ya se mencionan en los anteriores enfoques, tales como el hambre cero, la salud y el bienestar, la educación de calidad, el agua limpia y el saneamiento, el trabajo decente y el crecimiento económico.

La salutogénesis, término acuñado por Antonosky hace muchos años, busca responder a los factores que hacen saludables a las personas, para lo cual plantea la necesidad de contar con un sentido de coherencia que ayude a las personas a movilizar recursos y resistencias, individuales y colectivos, ante los factores estresores que puedan surgir en un entorno pleno de turbulencia, de conflictos y de estrés, derivados de la pobreza, el desempleo y la marginalidad.

Todos estos enfoques proponen esencialmente lo mismo, la búsqueda del bienestar individual y colectivo; y lograr ese estado de bienestar no es otra cosa que vivir sabroso. Todos estos enfoques requieren de bienes públicos (que no es sinónimo que sean de la Nación) para satisfacerlos.

Para que los programas de desarrollo se cumplan, dice la Naciones Unidas, se requieren de alianzas territoriales, nacionales, regionales y globales. Esas alianzas comprenden también las público-privadas. Desde el sector salud se habla de intersectorialidad para satisfacer los determinantes sociales. Salud en todas las políticas también se plantea. Desde el sector ambiental se señala que sus políticas deben ser transversales a todos los sectores. La educación también es reconocida como un asunto que atraviesa a todos. Lo mismo se puede decir de la cultura. 

Desde cada sector se busca trabajar por un mayor bienestar de los individuos, las familias y las comunidades; cada cual se propone aportar su pedazo. Sin embargo, nos educamos en silos, definimos políticas y leyes en silos, y trabajamos en silos. Compartimentados, aislados los unos de los otros, tratando de hacer predominar el correspondiente espacio. Se nos dificulta trabajar colectivamente al interior de los sectores sociales; y más, cuando se trata de hacerlo con otros.

Existen muchas comisiones intersectoriales desde diversos sectores: para la salud pública; para el retorno; para la calidad; de seguridad alimentaria y nutricional; del gabinete Presidencial para la acción climática; para el control de la deforestación; del medio ambiente; para la educación económica y financiera; para la inclusión financiera. Hay más; en fin, las hay variadas, y más, o menos amplias.
Si buscamos que algo no avance, parecería que debemos establecer una comisión intersectorial. Por lo menos, eso dice un dicho semejante. Lo cual nos deja en el terreno de las voluntades y la superación de los intereses y los egos. 

El sustrato técnico de vivir sabroso se halla en toda esa terminología de protección social, determinantes sociales, objetivos de desarrollo sostenible o salutogénesis, que al final pretenden lo mismo: satisfacer derechos consagrados en la Constitución para el bienestar de las personas, las familias y las comunidades. Parece sencillo al decirlo, pero ¿cómo hacemos para avanzar colectivamente, desde todos los sectores en esa dirección? Necesitamos comprometernos a ello, más allá de las instituciones que pretendamos establecer.