Editorial: Diálogo o tormenta perfecta
Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud
El Congreso en descanso de medio año, el Ejecutivo en emergencia social y las Cortes en estado de alerta. Paralelo a eso, muchas noticias para el ciudadano de a pie: orden público deteriorado, inseguridad ciudadana, posibles ventas y compras empresariales gigantescas, el dólar sube, el dólar baja, oficialización de la campaña política de medio término, lanzamiento de candidaturas, imputaciones judiciales a políticos reconocidos, impacto del cambio climático en el horizonte no muy lejano; en fin, hay más; aunque también hay varias alentadoras.
En medio de ello, verdades, tergiversaciones y francas mentiras; las redes sociales mantienen esa tiranía de la información sesgada o de total desinformación que tanto daño hace a todos. La incertidumbre, y la ansiedad a la que conduce, se acrecientan en el país, aunque no son exclusivas de nuestro territorio; el mundo se mantiene agitado. “Otras veces ha pasado, no es nuevo y se ha superado”, dicen unos. “Pero hay realidades nuevas más complejas que acrecientan los riesgos de un mayor desorden y anarquía”, señalan otros. El equilibrio mental se trastocó más en la pandemia por COVID 19 y no lo hemos recuperado, entre otras razones, porque no le prestamos la atención debida.
Retornemos a lo local, y aún más específico, a nuestro sector salud. No está ajeno a la situación que se vive en el contexto. La creciente incertidumbre y la desinformación han sido una constante en los últimos 11 meses; pero no se puede afirmar que esa sensación sea nueva en el sector. La incertidumbre siempre ha estado signada por la tensión entre la disponibilidad de recursos y la capacidad del sistema de proveer los servicios requeridos para un pleno goce del derecho a la salud, Somos un país de economia media y aún en los de economías más avanzadas viven esas tensiones.
La aprobación de la ley 1122 de 2007 estuvo precedida de zozobra, que fue acrecentada por la expedición de la sentencia T-760 en el 2008. La demanda de servicios y de atenciones se aumentó, las exigencias para el sistema se incrementaron y el déficit financiero del sector se fue haciendo insostenible. A finales de 2009 se declaró la Emergencia Social que la Corte determinó inexequible, aunque mantuvo el incremento de recursos financieros que se plantearon en sus decretos. Volvió una calma, que fue “chicha”.
Los planes de beneficios de los dos regímenes se fueron unificando y la Ley Estatutaria en el 2015 estableció un nuevo paquete más amplio con garantías implícitas (todo está incluido mientras no esté debidamente excluido); prevaleció el incrementó de la demanda de servicios y aumentaron los requerimientos de financiación; el déficit insostenible retornó y hubo más tensión y más incertidumbre. Para zanjar el déficit se planteó un Acuerdo de punto final con recursos financieros suplementarios que, a pesar de los esfuerzos, terminó siendo de puntos suspensivos.
Porque el incremento de la demanda se mantuvo y las amplias garantías implícitas en salud acrecentaron la factura a un sistema de salud en un país con economia media. La oferta de recursos humanos, físicos y financieros se volvió cada vez más insuficiente y los pacientes y usuarios empezaron a entender de qué se trata la inequidad generada por la racionalización implícita de servicios de salud.
Y apareció la pandemia y nos demostró las debilidades de nuestro sistema de Protección Social, pero también nos evidenció que dentro de este último, el sistema de salud supo responder mejor ante la adversidad y resaltó su capacidad de resilencia, en contraste con otros sectores sociales que aún no se recuperan.
Las secuelas de la pandemia para el sector salud han sido el incremento de la demanda, por el represamiento de atenciones y el impacto de la devaluación y la inflación, producto esencialmente de la crisis económica mundial que nos ha afectado. A esto se le adiciona ahora la sobredemanda de servicios por la población, como consecuencia de la incertidumbre generada por la propuesta de un cambio profundo en la estructura del sistema de salud; el ingrediente complementario para una tormenta perfecta, que si no se controla, puede lesionar en materia grave los avances adquiridos en el goce efectivo del derecho fundamental a la salud que ha alcanzado el país.
El diálogo es el único camino que tenemos para solucionar la situación. El déficit financiero se amplía día a día y la restricción de servicios aumenta. Desde el Pacto por un mejor Sistema de Salud se ha solicitado al gobierno nacional reiteradamente ese diálogo. En general, nadie tiene la última palabra, tampoco la verdad revelada, mucho menos en temas de salud. Hay que hacer cambios, no hay duda, pero las decisiones unilaterales terminan por ser las menos indicadas.