Autoindulgencia
Director Centro de Pensamiento Así Vamos en Salud
Las crisis personales, comunitarias, nacionales o mundiales son oportunidades; y esto no es un lema de autoayuda. La incertidumbre nos ronda y es difícil predecir la aparición de dificultades o desgracias. Las oportunidades se encuentran en la manera mediante la cual reaccionamos ante esas circunstancias y en la forma como nos preparamos para mitigar la aparición de nuevas crisis.
En enero de 2020, al inicio de la epidemia en China, creímos que sería un brote rutinario de otro virus circunscrito a ese país. Un mes más tarde cuando Italia se hallaba impactada por la Covid-19 y miles de personas morían día a día en sus hospitales, entendimos que sería distinto y que la pandemia produciría un impacto mayor; pero no teníamos claridad de que se iría metiendo en nuestras vidas de la manera como lo hizo y nos alteraría la existencia hasta que lo impactó todo y nos paralizó. Una crisis mundial, social, económica y política que muy pocos advirtieron, y que aún para estos fue mayor a lo que presintieron. Dos años después, todavía no hemos salido completamente de ella ni de sus ramificaciones.
Las crisis deben inducirnos a realizar revisiones y análisis con espíritu crítico, pero también con capacidad de perdonar y aceptar errores, comportamientos y faltas. En suma, ser autoindulgentes sin excesos y sin llegar al autoengaño. Mucho depende del enfoque desde el cual se base la evaluación y de la pertinencia de las preguntas que nos hagamos para obtener las respuestas que nos convengan; y en este caso de la pandemia, que nos convengan a todos.
¿Por qué sucedió? sería una primera pregunta.
Es claro que el ser humano ha alterado ecosistemas biológicos y ambientales lo que predispone a que se presenten zoonosis semejantes. La explicación del origen del Covid-19 se encuentra ahí a pesar de las leyendas que se puedan inventar. El hombre contemporáneo considera que domina y controla la naturaleza, pero los fenómenos naturales y estas epidemias nos demuestran que somos tan sólo una expresión de esa naturaleza, hacemos parte de ella y debemos convivir en armonía con su evolución.
En Colombia se deforestan extensas zonas de bosques y la explotación minera descompone regiones y contamina cuencas y ríos; no es sólo la ilegalidad que hay detrás de ello, sino que permitimos la alteración de los ecosistemas con los riesgos que conlleva.
¿Cómo reaccionamos ante la pandemia? sería la siguiente pregunta.
Ningún país estaba preparado para el nacimiento de un nuevo virus, desconocido en su capacidad de contagio y en su letalidad. La reacción científica y de los sistemas de salud fue extraordinaria y los resultados impresionantes en muy corto tiempo. Sin embargo, el impacto que produjo la pandemia ha sido dispar para las personas y selectivo por sus condiciones socioeconómicas, aunque el riesgo fue igual para todos. Además, el acceso a vacunas y medicamentos para los habitantes del planeta ha sido inequitativo e insolidario.
Colombia gestionó bien la crisis sanitaria, aumentó la capacidad instalada de pruebas diagnósticas, laboratorios y unidades de cuidado intensivo; logró un Plan de Vacunación bien elaborado y ejecutado en medio de la inequidad mundial. El sistema de salud respondió bajo severa presión y las personas que requirieron sus servicios por la epidemia los obtuvieron.
¿Cómo nos ha impactado la pandemia? sería una tercera pregunta
América Latina (AL) ha sido el continente más golpeado. Su economía cayó alrededor del 10 por ciento del PIB en el primer año de pandemia; en el caso colombiano la caída económica fue del 7 por ciento. Además, en lo corrido de la epidemia, AL ha reportado el 27 por ciento de las muertes por Covid-19, con el 7,5 por ciento de la población mundial. En Colombia 140 mil familias han perdido seres queridos, lo que representa el 2,2 por ciento de los fallecidos en el planeta con el 0,6 por ciento de sus habitantes.
Estas cifras no nos pueden dejar tranquilos, aunque nos encontremos próximos a superar la pandemia. Al contrario: ¿por qué obtuvimos esos resultados? es la pregunta que subsiste.
¿La respuesta se encuentra en la debilidad del sistema de protección social que no cubre a un vasto sector de nuestra población?; población que se halla en la informalidad laboral; en la carencia de un seguro al desempleo; en la inseguridad alimentaria; en el hacinamiento habitacional; en la inequidad de nuestro sistema educativo; en la falta de universalidad en el acceso a los servicios públicos, en especial al agua.
Esta ha sido una crisis que se mitigaba y solucionaba más con salud pública y protección social, y no tanto con unidades de cuidado intensivo.
¿Cómo nos preparamos para la próxima epidemia? En esto no podemos ser autoindulgentes en exceso y mucho menos indolentes ante la realidad.